Donald Trump y Kim Jong-un planean firmar la paz en la península coreana en su próxima cumbre

20 febrero 19

El ansiado tratado pondría fin definitivo a la Guerra de Corea

Donald Trump y Kim Jong-un planean firmar la paz en la península coreana en su próxima cumbre

Por Infobae

Mientras se aproxima la fecha del segundo y esperado encuentro entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, crecen nuevamente las especulaciones sobre un posible acuerdo para saldar una de las cuentas pendientes más importantes del siglo XX: la firma de un tratado de paz entre ambos países por la guerra que acabó en 1953.

La declaración de paz, que pondría fin al estado de guerra y tensión permanente en la península coreana, es uno de los objetivos más buscados por Pyogyang y podría ser alcanzado a cambio de un compromiso real en la desnuclearización del país, la meta de Washington, según reportó Eric Talmadge, jefe de la oficina en Corea del Norte de la agencia AP. Ya se había especulado con su posible firma en la cumbre de 2018 en Singapur entre ambos líderes, aunque esto finalmente no ocurrió.

Tal anuncio sería histórico, seis décadas después del fin de la Guerra de Corea y llegaría en línea con la oposición de Trump a los «conflictos permanentes», y podría ser alcanzado en la próxima cumbre pautada para el 27 y 28 de febrero en Vietnam.

La península de Corea, ocupada durante décadas por el imperio japonés, quedó dividida por el paralelo 38° tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), con un norte bajo la influencia de la Unión Soviética y un sur bajo el ala de Estados Unidos.

En aquellos años se proclamó por un lado la República Popular Democrática de Corea, con capital en Pyongyang y gobernada por el abuelo de Kim Jong-un, y por el otro la República de Corea, con capital en Seúl.

En 1950 las tropas del norte comunista cruzaron el paralelo 38° e invadieron el sur con el objetivo de unificar el país bajo el comando de Pyongyang. Estados Unidos y una coalición bajo el amparo de las Naciones Unidas se movilizaron para defender a la República de Corea, mientras que la Unión Soviética prestó apoyo político y logístico al norte y China incluso envió tropas para asistir a la República Popular Democrática.

Tras idas y venidas, en 1953 el frente se estancó precisamente alrededor del paralelo 38° y un armisticio puso fin a los brutales combates. Pero nunca se firmó un tratado de paz y la frontera continuó militarizada, ambos ejércitos siempre listos para reanudar las hostilidades cuando fuera necesario.

Alcanzar esta declaración en la actualidad ayudaría a reducir las tensiones, desmovilizar tropas, incluyendo las que Estados Unidos aún mantiene en el sur, y abrir la frontera al comercio, en momentos en los que Corea del Norte intenta mejorar las pobres condiciones de vida de sus ciudadanos trasladando recursos de sus fuerzas armadas a la economía.

Sería, también, un triunfo simbólico para ambos países, y para el hermético régimen comunista de Kim Jong-un contribuiría a su rehabilitación en la comunidad internacional tras décadas de violaciones de derechos humanos, represión extensa a la disidencia y desarrollo de armas de destrucción masiva.

No sería, sin embargo, una decisión sólo de Estados Unidos y Corea del Norte. China y Corea del Sur deberían ser también partes firmantes de un tratado de estas características, y aunque Seúl parece dispuesto, es difícil adelantarse a la posición de Beijing, enfrentada por una guerra comercial con Washington.

En su reciente discurso de Estado de la Unión ante el congreso de Estados Unidos, Trump no hizo esta vez referencia  a la «desnuclearización» de Corea del Norte pero sí habló de un «esfuerzo histórico hacia la paz en la península coreana» y destacó que desde la anterior cumbre con Kim en Singapur el régimen norcoreano no ha realizado pruebas nucleares o de misiles, al tiempo que ha liberado prisioneros estadounidenses y repatriado restos de los caídos en el Guerra de Corea.

La cumbre en Singapur en junio de 2018 significó, de hecho, una reducción importante en las tensiones entre dos países que el año anterior habían intercambiado amenazas de guerra y provocaciones en la forma de ensayos nucleares y misilísticos y maniobras militares.

Sin embargo, los compromisos alcanzados fueron limitados y no hubo acuerdo entre el significado de la «desnuclearización» proclamada por ambos. Para Corea del Norte supone retirar todas las armas nucleares de la península, incluyendo y especialmente las desplegadas por Washington. Para Estados Unidos parece significar que el régimen se deshaga de su arsenal atómico recientemente alcanzado en forma clandestina y ante el rechazo de la comunidad internacional, y que desmantele su complejo nuclear.

Además, en aquel momento se especuló también con la posible firma del tratado de paz, aunque esto finalmente no se materializó y no hubo mención en el documento final.

Las condiciones parecen nuevamente estar dadas para alcanzar el ansiado tratado de paz y lograr compromisos hacia el desarme nuclear en la región. Pero un antecedente histórico reciente presenta una advertencia sobre la dificultad, y fragilidad de estas negociaciones.

En 1993, cuando Corea del Norte sufría entre hambrunas y decadencia la reciente caída de su principal aliado, la Unión Soviética, el entonces presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, se acercó al hermético régimen y logró firmar con Kim Jong-il, padre del actual mandatario, un acuerdo «para alcanzar la paz y la seguridad en una península coreana libre de armas nucleares». Incluso en 2000 se abrieron oficinas diplomáticas en Washington y Pyongyang, con el objetivo de restablecer las relaciones.

Pero con la llegada de George Bush a la Casa Blanca, Corea del Norte volvió al «eje del mal», los acuerdos quedaron rápidamente en la nada y para 2006 el régimen ya estaba probando su primera arma nuclear, germen de la actual crisis que Trump y Kim están ahora enfrentando.